Elegir implica renunciar, en la vida no podemos tener todo lo que queremos, no por lo menos en el mismo día y en el mismo lugar. Uno de los grandes temores que tenía al partir a vivir en el extranjero, era cómo me mantendría presente, como conservaría la conexión y la relación con mis seres queridos: mis padres, hermanos, sobrino, cuñadas, amigas y amigos. ¿Y si les pasa algo?, ¿si me pasa algo a mí?, ¿los cumpleaños?, ¿los nacimientos?, ¿las visitas a la casa de los padres?, ¿las juntas con las amigas?, etc., etc. En las líneas siguientes, te contaré como ha sido mi experiencia y mis reflexiones tras 15 meses lejos de mi antiguo hogar.
Jamás estuvo en mis sueños o expectativas vivir en el extranjero, y resulta que ya es la 2ª vez que me encuentro lejos de mi país de nacimiento. La primera vez fue sólo por un año, como estudiante, con fecha de inicio y término, la de ahora es como residente y sin boleto de regreso (por ahora), y la experiencia ha sido totalmente diferente. Como lo cuentan Alejandra y Fernanda en sus artículos con más detalle, la vida de expatriada es un mundo nuevo donde se derrumban expectativas, la vulnerabilidad está presente en muchas situaciones que en la cotidianidad nos parecería absurdo sentirnos así, inseguridad, incertidumbre, miedo, frustración, son sentimientos que en mi se hacían recurrentes.
Muchas veces he escuchado, y probablemente ustedes también, la frase “yo puedo sola o que las personas adultas alcanzamos la independencia emocional, que incluso necesitar de otros es sinónimo de debilidad”, personalmente no estoy de acuerdo. Efectivamente hay muchas cosas que podemos hacer de manera independiente, sin embargo, somos seres relacionales y nos vamos construyendo y deconstruyendo a lo largo de nuestra vida en esas múltiples experiencias con otros. Necesitamos de esos vínculos seguros para poder arriesgarnos a nuevas aventuras, para poder sobrellevar los vaivenes de la vida, en fin, requerimos de apoyo, un sostén, un refugio seguro.
Pero, ¿cómo mantengo o tengo acceso a esa red si estoy a 10,500 kilómetros de ellos y con una diferencia horaria que fluctúa entre 4 a 6 horas dependiendo de la época del año?, ¿cómo encuentro ese apoyo, ese abrazo, ese refugio cada vez que siento miedo, frustración o algo que esperaba se trunca?, ¿acaso sólo podemos mantener o construir ese vínculo cuando estamos en el mismo lugar y momento?, ¿qué hace que realmente podamos conectarnos con otros?
“Es momento de comprender que la distancia física no es distancia social, que adaptarnos al cambio no supone renunciar a nuestra esencia y que la distancia no se mide en kilómetros sino en palabras” dice Enric Corbera. Les cito esta frase porque acá está en parte la respuesta a mis preguntas y es lo que yo he podido vivir durante este tiempo.

En los otros buscamos un lugar seguro, pero no un lugar seguro en el cual permanecer encerrado, sino personas que nos permitan volar con libertad, experimentar, equivocarnos, soñar, dudar, cambiar de opinión, lanzarnos al vacío y que ellas estén ahí para cuando queramos poder regresar.
Los miedos han quedado lejos, si bien extraño esos abrazos, esos momentos únicos de risas, veo desde la lejanía cómo crece mi sobrino que nació hace 3 semanas y ruego todos los días para que la pandemia nos dé cierto respiro y permita que podamos movernos con tranquilidad. Al mismo tiempo, me siento tremendamente afortunada porque la lejanía no ha resultado un obstáculo, por el contrario siento que ha reforzado los lazos.
Me he sentido acompañada en cada pequeño triunfo, comprendida y sobretodo, no juzgada en cada uno de mis peores momentos. Hay veces en las que me he sentido perdida y angustiada, repitiendo mil veces los mismos lamentos en mensajes larguísimos o audios de whatsapp de más de 10 minutos. Y como no se trata sólo de recibir, también me siento satisfecha y orgullosa de haber estado para ellas y ellos cuando han querido y necesitado. Gracias por mostrarme a diario lo que es el amor.
Entonces ¿cuál ha sido la razón por la que hemos podido seguir conectados? No creo tener “la respuesta”, sin embargo en mi experiencia podría nombrar 4 cosas que para mí han sido claves, no sólo desde que me vine, sino como base de estos vínculos: el amor, permitirme vivir y reconocer las emociones que afloran, mostrarles mi mundo interior sin miedo a no cumplir expectativas y por último manifestarle a los demás lo que necesito (o no) de ellos.
Porque finalmente en los otros buscamos un lugar seguro, pero no un lugar seguro en el cual permanecer encerrados, sino personas que nos permitan volar con libertad, experimentar, equivocarnos, soñar, dudar, cambiar de opinión, lanzarnos al vacío. Y por sobretodo, personas que estén ahí para cuando queramos poder regresar corriendo de alegría porque hemos tenido un pequeño o gran triunfo o porque venimos con la cabeza agachada y el espíritu cansado luego de alguna decepción o derrota. Y porque finalmente, siempre vamos a necesitar a esas personas que sientan como suyas nuestras penas y nuestras alegrías.
También puedo decir con inmensa alegría, que a esos míos de “antes” se han unido mujeres maravillosas a las que he conocido en esta etapa y con las cuales nos hemos apoyado a pesar de no habernos visto jamás las caras en la vida. Gracias por la confianza, por abrirme su corazón y permitirme mostrarles el mío. Un brindis por cada una de ustedes que están en este camino, que han resignado festejos, extrañado a amigos y han pasado muchos domingos lejos de su familia por ir detrás de lo que sienten. ¡Salud!
