Ilustración por Alejandra Aranda C.
Justo en estos momentos siento todas las miradas encima de mí, se supone que cuando eres expatriada este idioma lo debes manejar muy bien, pero ese no es mi caso. Sin embargo, todo este camino de aprendizaje me ha llevado a muchas reflexiones, como ver las cosas desde otras perspectivas, ponerme en los zapatos de otras personas e incluso me he cuestionado hasta ridiculeces. Si te sientes parte de mi clan, pues te invito a conocer mi aventura introspectiva con el inglés.
Podría decir que soy una mujer expatriada un poco “anormal”, porque después de estar casi 8 años viviendo fuera de mi país, pierdo el miedo y reconozco que mi inglés no es para nada bueno. Tal vez te preguntarás, pero ¿cómo es posible que después de tanto tiempo todavía no lo hable? ¿Además, no se supone que el inglés es esencial para sobrevivir en el extranjero? Pero lo repito, no, no lo manejo bien.
Justo en este minuto, mientras escribo estas líneas, me acuerdo de cuando era pequeña y estaba en clases de inglés. Una vez le dije a mi profesora que no le encontraba sentido a aprender un nuevo idioma considerando que yo viviría siempre en Chile. Y pues el destino es sabio y me puso en contra de mis palabras de niña, y hoy en mi presente, me enfrento al desafío y necesidad de aprenderlo, cosa que jamás habría imaginado de pequeña.
Quizás mi vida habría sido otra si al principio de mi expatriación hubiese sabido hablar bien esta lengua internacional; ya que cuando recién llegué a vivir a Alemania, como no entendía absolutamente nada de alemán, me sentía súper dependiente de mi marido, él era mi intérprete personal. Incluso me tuvo que acompañar varias veces a mis consultas con el ginecólogo; ahí figuraba yo, explicándole a mi esposo, mientras él traducía mis preguntas y las respuestas del doctor. ¿Te imaginas la escena?
También me pasó que conocí a personas en Alemania que, sin manejar el alemán, pero hablando bien el inglés, pudieron optar a mejores trabajos que yo, aun cuando yo tenía mi nivel B1 en alemán. Sin duda estos episodios los sentí como un balde de agua fría, me preguntaba por qué nunca era suficiente lo que ya sabía, por qué faltaba algo más para alcanzar mis metas.
Experiencias como estas me llevaron a situaciones de desesperación, tanto así que llegué a cuestionarme cosas tan absurdas como: “habría sido perfecto tener al inglés como lengua materna, así me habría ahorrado todos estos malos ratos y experiencias que vivo como mujer expatriada”. ¿Te das cuenta de mi pensamiento?
Después de todo este tiempo de expatriada creo que aprendí a comunicarme de diversas formas, a veces con el lenguaje corporal basta para comprender lo que otros u otras te quieren decir.
Y no pretendo quitarle mérito al español, incluso es la segunda lengua materna más hablada en el mundo después del mandarín, pero no sé si a ti te ha pasado, pero yo he conocido a mucha gente que quiere aprender español por un asunto cultural y no profesional. Por ejemplo, en Japón y en Indonesia el interés va más por el querer comprender las letras de las canciones de salsa, que por las oportunidades que les pueda brindar a optar a un buen trabajo.
Otra de las ideas que siempre ronda en mi cabeza es preguntarme cómo lo hacen las personas con discapacidad auditiva o verbal, ahora siento una profunda admiración hacia ellos y ellas; a su perseverancia por continuar hasta lograr sus objetivos. La vida todavía no me pone en el camino la oportunidad de conocer a alguien con esta condición, pero sin duda esta realidad me inspira a ver las cosas desde otra perspectiva.
Después de todo este tiempo de expatriada creo que aprendí a comunicarme de diversas formas, a veces con el lenguaje corporal basta para comprender lo que otros u otras te quieren decir. Esta fue mi mejor herramienta en Japón. Ahora me esfuerzo por participar en conversaciones en inglés, antes las evitaba a toda costa por miedo a no hacerlo bien; y me di cuenta de que muchas veces las personas valoran más tu esfuerzo por hablar, que por decir una frase perfecta.
Y creo que ahí está la magia de aprender un nuevo idioma, atreviéndose cada día a hablar la lengua que estamos cultivando. Pueden ser cosas simples como pedir un café, saludar a alguien, ver películas, entre otras opciones. Hasta el momento este es mi plan, y estoy segura de que poco a poco iré tomando el ritmo, y me daré cuenta de que no sólo vale estudiar, sino que también la práctica hace a la maestra.
Espero de todo corazón que mi experiencia te haya servido para que te des cuenta de que no eres la única, a mí también me cuesta aprender idiomas. Deseo que mi relato te sirva como inspiración y tomes la valentía que te haga falta para asumir este desafío, porque estoy segura de que juntas lo lograremos con éxito, y quizás, en un futuro, el destino nos ponga cara a cara y nos conozcamos en alguna ciudad del mundo hablando en inglés.