Make it or Break it: Cómo la burocracia puede marcar el éxito o fracaso de una migración

Make it or Break it: Cómo la burocracia puede marcar el éxito o fracaso de una migración

Ilustración por Alejandra Aranda Castro.

Habiendo vivido en carne propia varias migraciones a diferentes partes del mundo, puedo decir con propiedad que la burocracia es un aspecto esencial y a veces complejo, que nos toca vivir en nuestra adaptación a nuestro nuevo país y ciudad, pudiendo convertir nuestra experiencia como expatriada en un completo éxito o en un verdadero calvario.

Ésta resulta ser un tanto a la suerte de la olla y muy dependiente de la cultura local. Hay países en los que la burocracia es estandarizada, e incluso se puede resolver por internet, mientras que hay otros donde los caminos para resolver los trámites son muy variables y poco claros.

En nuestra primera migración a Estados Unidos hubo que hacer muchos trámites antes de viajar. Afortunadamente los pasos a seguir estaban claramente explicitados en los sitios web correspondientes. La burocracia americana era transparente, confiable, predecible. Si uno seguía las indicaciones podría obtener los documentos que necesitaba y éstos llegaban dentro del tiempo previsto (al menos por aquellos años de la administración Obama). Fue un agrado lidiar con ese país. Los trámites eran eso, un mero trámite, había que dedicarles tiempo para resolverlos y luego seguir viviendo tu vida.

Sin embargo, esta facilidad para resolver la burocracia claramente no es extensiva a todos los destinos. Como para equilibrar las cosas, el destino nos llevó a experimentar la situación opuesta en Italia en tiempos del Covid-19 durante el año 2020. La experiencia fue un infierno dantesco, literal y figurativamente.

En contraposición a otros países más nuevos, en Italia todo se resolvía en persona y en papel. Y había distintos tipos de procedimientos no escritos para cada candidato, con un claro trato discriminatorio creciente dependiendo de si era una persona italiana, ciudadana de la Comunidad Europea, alguien no comunitario que al menos se veía caucásico o africano. Tener la piel café en Italia era lo peor del mundo, lamento informar.

Nosotros fuimos atendidos con un cierto nivel de trabas por ser ciudadanos no comunitarios. Sin embargo, un error pequeño causó un efecto de bola de nieve con todos nuestros puntos de encuentro con la burocracia italiana: La persona en recursos humanos del trabajo de mi esposo que creó el primer documento de nuestra vida burocrática italiana omitió la mitad de los nombres y apellidos de mi esposo (quien posee dos nombres y dos apellidos siguiendo la usanza latinoamericana). Por lo que la persona en ese documento legalmente NO era la misma que aparecía en su pasaporte chileno.

Desde este punto en adelante todo se fue enlodando y complicando para él, y en consecuencia para mí y mis dos hijos. Resolver este detalle nos tomó casi un año entero de hacer colas con frío, gastar dinero, pasar malos ratos, y ser excluidos de los servicios básicos de nuestra ciudad.

“No se dejen seducir por cosas superficiales como las fontanas y los palacios italianos como me pasó a mí. La calidad de vida de ustedes y sus familias, su dignidad, su salud física y mental, y su bienestar emocional siempre valen infinitamente más que esos atractivos”.

La consecuencia más seria de la inoperancia e inconsistencia burocrática italiana fue que nunca tuvimos acceso al único sistema de salud que era público. Una como adulta es más o menos fuerte y resiliente cuando se enferma y aguanta. Sin embargo, mis dos niños son pequeños y en su momento necesitaron atención médica pero NO la obtuvieron, lo cual en los primeros tiempos del Coronavirus podía significar la vida o la muerte. No pueden imaginar lo aterrador y denigrante que fue vivir esto para mí como mamá.

Tres horas esperando en el frío de la calle afuera del hospital local en L’Aquila con mi crío de 1 año inconsciente con 39 °C de fiebre para que una doctora nos atendiera en la urgencia pediátrica, luego de ver como pasaban al menos 3 niños y bebés con aspecto italiano antes que nosotros, fue la paja que quebró la espalda del camello. Dijimos ¡BASTA! ¡No más! Nos vamos de esta ciudad y de este país que sólo nos maltrató y discriminó vez tras vez.

Nos tomó unos dos meses hacerlo y finalmente las cartas se dieron para volver a nuestro Chile natal. No fue fácil dejar todo cerrado nuevamente con la burocracia italiana, pero estábamos tan enfocados en sacarnos y salvarnos a nosotros mismos de L’Aquila, que hicimos todo lo posible y lo logramos. Volvimos finalmente el 26 de diciembre del 2020 a Santiago.

Hoy seguimos acá, más tranquilos, más confiados y sin la angustia y la ansiedad que nos causó la etapa anterior. La burocracia acá ha sido afortunadamente más fácil, predecible y casi todo online, lo cual ha sido un alivio enorme.

Chile es un país próspero en algunos aspectos, mayormente desigual, pero estamos trabajando elección tras elección en cambiar y mejorar las cosas para todas y todos. Más aún ahora que al parecer nuestros días de migrantes han llegado a su fin y mis hijos finalmente crecerán en esta nueva ciudad para ellos.

Deseo de corazón que ustedes mis queridas colegas migrantes NUNCA tengan que vivir experiencias vejatorias y discriminantes en los nuevos países donde vayan. Así que sean previsoras y astutas, e investiguen y averigüen toda la información que puedas ANTES de decidir y mudarse a una nueva ciudad, sobre todo en términos de la burocracia necesaria. No se dejen seducir por cosas superficiales como las fontanas y los palacios italianos como me pasó a mí. La calidad de vida de ustedes y sus familias, su dignidad, su salud física y mental, y su bienestar emocional siempre valen infinitamente más que esos atractivos.

FRAN GUZMAN

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