Ilustración por Abril González.
Esa “Feliz Navidad y próspero Año Nuevo” como esas celebraciones que conociste en tu infancia, no existen ni existirán nunca de la misma forma en tu nuevo país. Suena un poco duro, pero es la verdad. Pero no por esto, significa que no podamos tener nuevas hermosas fiestas de Navidad o de fin de año, el tema es que ahora te toca a ti crearlas y adaptarte a las nuevas costumbres culturales.
En esta oportunidad quiero compartir con ustedes mi experiencia personal de las peores fiestas que he tenido y mi más linda Navidad en el extranjero, la que me regaló, y aquí va una alerta de spoiler, a mi amada hija, mi Estelle Antonia.
La peor fiesta como expatriada, fue mi primer año nuevo en Francia, que fue en el año 2016. Figurábamos en ese tiempo, yo y mi “pololo” o “novio”, que ahora es mi marido, solos en nuestro estudio en pleno centro de Limoges. Cenamos rico, solos, tranquilos. Llamamos a nuestras respectivas familias en Chile, que casi que estaban recién despertando de su siesta post almuerzo y aún ni siquiera pensaban en la celebración de esa noche. Yo le dije a Francisco: “y si vamos a caminar un poco por la ciudad, debe haber algo abierto o un poco de gente o fiesta en las calles”. Y salimos. Cada uno bien abrigado, con gorro, bufanda y botas. Pusimos un pie en la calle y un silencio absoluto, eran como las 21 horas, una neblina densa, y un frío que calaba los huesos. Mi Francis me dice: “¿estás segura que quieres que salgamos?”, yo le dije que sí. Y empezamos a caminar. Ni un alma en las calles, ni música, ni voces, nada, sólo nuestros pasos en la acera y nuestros propios vapores.
Yo le digo: “no puedo creer que esta sea nuestra noche de Año Nuevo en Francia… y estemos los dos solos caminando, en medio del frío”. Y me puse a llorar. Francis me abrazó y me dijo que él estaba feliz de estar conmigo ahí caminando en medio del frío, porque era nuestro primer año nuevo juntos en Francia. Le sonreí como pude y le dije que mejor volviéramos a casa.
Fue la peor celebración para mí, porque fue la que detonó el cambio. Pasé de navidades y años nuevos en vestido y sandalias, con 28-30º C, rodeada de mi familia y amigos, la casa bulliciosa, llena de regalos, todos apretados en la mesa familiar, pero felices, brindando con vino chileno y esperando la llegada del “Viejito Pascuero” o esperando “las doce” para darnos el abrazo a medianoche. Comiendo uvas o saliendo a dar una vuelta a la manzana con una maleta para decretar que ese año viajarías. Desde ese primer año en Francia, es que cuando lo pasamos aquí, porque muchas veces volvemos a Chile para las fiestas, me esmero en crear un ambiente navideño lindo en casa y me preocupo de organizar algo en casa con amigos y bueno ahora con nuestra adorada hija.
“…luego de esa navidad tan hermosa con nuestros queridos amigos, logramos concebir a nuestra hermosa Estelle Antonia, nuestra hija arcoíris, que vino a enseñarnos y a entregarnos el amor más puro y hermoso que hemos conocido hasta el día de hoy”.
Y de este recuerdo pasamos a mi mejor Navidad en mi expatriación que fue la del año 2018. En ese tiempo vivíamos en otro piso del centro de Limoges. Ese año me dije, vamos a tener una hermosa Navidad este año, aquí en casa. Llamé a mi mejor amiga argentina, la invité a casa y me dijo que encantada viajaría a vernos. Lamentablemente para nosotros, ya no vivimos en la misma ciudad. Corté y llamé a una de mis mejores amigas de infancia que también vive en Francia y coordinamos la venida de ella con su esposo a pasar Navidad con nosotros, porque justamente estarían de paso, porque para Año Nuevo ya tenían planes de ir a París. Todo confluía de hermosa forma. Adornamos nuestro Pino natural, decoramos la casa, compramos la mejor carne en el Marché Le Halle, lo top de lo top, e hicimos un “Amigo Secreto”, una tradición muy latina, para que así cada uno tuviera un regalo.
Fueron unos días hermosos, qué manera de reír, comer y disfrutar, paseamos por el mercado navideño de nuestra ciudad, fuimos a la piscina a nadar. Todas las noches, aunque fueran frías afuera, en casa eran muy cálidas, porque estábamos todos reunidos alrededor de una mesa. Además esa navidad fue muy especial para nosotros como pareja, porque veníamos de tener una pérdida gestacional en la que sufrimos mucho, y luego de esa navidad tan hermosa con nuestros queridos amigos, logramos concebir a nuestra hermosa Estelle Antonia, nuestra hija arcoíris, que vino a enseñarnos y a entregarnos el amor más puro y hermoso que hemos conocido hasta el día de hoy.
Es por esto que invito a todas las Mujeres Expatriadas a apropiarse de las fiestas y hacerlas tuyas, porque sólo depende de ti el tener una Feliz Navidad y Prospero Año Nuevo, jojojojo.